Comentario
Cuando se habla del Camino de Santiago tradicionalmente se refiere a la ruta que los europeos seguían una vez que traspasaban los puertos pirenaicos, aunque de manera estricta debemos entender que todo camino que condujese a Compostela desde cualquier parte debe ser considerado como tal. En diversos lugares de esta ruta surgió muy pronto, siglos XI y XII, la denominación de "Via publica Sancti Jacobi" o "Strata Sancti Jacobi". En otras ocasiones el referente del camino era el de francorum o francigena, que correspondería a lo que denominaríamos "carretera de Francia". Aunque el término franco en la Edad Media es mucho más amplio que el simplemente francés, pues alude generalmente a todas las gentes venidas de más allá de los Pirineos.
En su discurrir por los caminos de España los peregrinos entraban en contacto muy directo con la realidad de su cultura. Aunque marchaban con rapidez, eran muchas las ocasiones que se presentaban para conocer los sentimientos de las gentes y sus costumbres, apreciar la belleza de nuestros paisajes o la dureza de la climatología, sin olvidar el importante paisaje monumental.
Este paisaje monumental respondía hasta el siglo XI a un arte muy particular, romano de origen, pero muy diferente al europeo coetáneo. A partir de esta centuria, las formas del arte hispano fueron adaptándose a las del devenir estilístico del resto de Europa, de tal manera que nuestros edificios románicos o góticos eran similares a los de sus países de origen. Es preciso que entendamos esta ruta como una vía político-administrativa de primer orden, en la que se van a difundir todo tipo de obras en función de la infraestructura necesaria para la peregrinación, pero, sin embargo, también es muy importante tener presente que la realidad monumental de las poblaciones está condicionada por otros aspectos sociológicos.
Los peregrinos de finales del siglo XI encontraban a su paso importantes edificios románicos en construcción: la catedral de Jaca, San Martín de Frómista, San Zoilo de Carrión y, en la meta de la peregrinación, la propia catedral compostelana. Al comenzar la centuria siguiente podían contemplar ya cómo grandes portadas historiadas, verdaderos hitos en el desarrollo del románico europeo, adornaban estos edificios: la más antigua, obra ya del siglo XI, el tímpano del crismón de Jaca; las dos puertas de San Isidoro de León, la del Cordero y la del Perdón; las extraordinarias fachadas del crucero de Santiago de Compostela. Durante el siglo XIII surgirán en el Camino las primeras catedrales góticas de España, la de Burgos y la de León. Incluso se llega a plantear una gran cabecera gótica para la catedral de Santiago. En el Burgos del siglo XV, las flechas de la catedral o la Capilla del Condestable aparecían como monumentales y dignos testimonios del último gótico.
Pero si casi todos estos escenarios arquitectónicos prácticamente no debían nada a la peregrinación, existían otros referentes topográficos de honda raigambre épica y jacobea.
En la cultura de los franceses del siglo XII la historia y la épica legendaria aparecían totalmente confundidas. Así, la histórica expedición de Carlomagno a España y las canciones de gesta se habían mixtificado de tal manera que el emperador aparecía como un conquistador-evangelizador que, marchando por la misma ruta que llevarían los peregrinos después, se apoderaba de ciudades enfrentándose con el ejército sarraceno.
Una vieja historia, conocida como "Crónica del arzobispo Turpín" o "Pseudo-Turpín", narraba estas gestas carolinas en España. En ella se nos explica que cierta vez que Carlomagno estaba descansando tuvo una extraordinaria visión:
"...Vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia, que se extendía entre Alemania e Italia, entre la Galia y Aquitania, y continuaba por Gascuña, Vasconia, Navarra y España hasta llegar a Galicia, donde entonces permanecía oculto, e ignorado por todos, el cuerpo de Santiago".
Mientras el emperador meditaba sobre este camino de estrellas se le apareció un caballero que le dijo: "Soy Santiago apóstol, discípulo de Cristo, hijo del Zebedeo... y cuyo cuerpo descansa ignorado en Galicia, que todavía permanece bajo el yugo de los sarracenos... Al igual que el Señor te ha hecho el más poderoso de los reyes de la tierra, de igual forma te ha señalado entre todos con el fin de que prepares el camino y libres mi tierra de manos musulmanas... El camino de estrellas que has contemplado en el cielo significa que desde esta tierra hasta Galicia has de ir con un gran ejército a combatir a los paganos, y así liberar mi camino y mi tierra, y visitar mi basílica y mi sarcófago. Y después de ti irán allí en peregrinación todos los pueblos, de mar a mar, pidiendo el perdón de sus pecados y pregonando las alabanzas del Señor... Y en verdad que irán desde tus tiempos hasta el fin de la presente edad".
De esta manera, Aymeric y otros peregrinos franceses, cuando recorrían el camino, lo hacían teniendo en cuenta que marchaban por una ruta abierta por el emperador Carlomagno, el de la barba florida. Y en muchos lugares del recorrido salía a su encuentro el evocador recuerdo de las gestas y prodigios que allí habían sucedido. Desde Valcarlos hasta Roncesvalles no faltaban los hitos topográficos que señalaban el trágico destino del caballero Roldán.
Al contemplar la aguerrida silueta del castillo de Monjardín surgía el evocador recuerdo de las hazañas del emperador Carlos derrotando a Furro, príncipe de los navarros. Desde Estella los peregrinos podían ver en muchos lugares la representación de un torneo entre dos caballeros, uno cristiano y otro moro: se trataba de la lucha entre Roldán y Ferragut, paladín del Islam.
El lugar donde había sucedido esta gesta es la llanada ante la cerca de Nájera. Seguramente, de todos estos episodios épicos, el más hermoso es el que sucedió en Sahagún, donde tuvo lugar el enfrentamiento entre los ejércitos de Carlomagno y Aigolando, rey africano. El campo de batalla tuvo lugar en los prados junto río Cea, donde todavía hoy los chopos -verdes, amarillos o troncos desnudos, según la época del año- nos recuerdan a aquellos valientes caballeros cristianos cuyas lanzas florecieron como anuncio de su martirio.